Matt y Anna Landseadel sabían poco sobre la hemofilia cuando decidieron traer a Chris, de seis meses, a su casa. “Todo lo que escuché fue 'bebé de seis meses'”, dice Anna con una sonrisa, explicando cómo se les ocurrió acoger a un niño con hemofilia A grave. Desde entonces, Chris, que ahora tiene siete años, ha sido adoptado por la familia Landseadel, junto con su medio hermano, Xander, un niño de cuatro años que también tiene hemofilia.
Ahora toda la familia es experta en hemofilia, especialmente los dos que viven con ella. “Si te falta un trozo de [sangre], te pinchan con una aguja en el brazo y eso hace que sane”, explica Chris. "Si te raspan o algo así y te hace sangrar, sangrarás durante mucho tiempo hasta que obtengas factor".
Los niños reciben su factor, un medicamento para la coagulación, tres veces por semana, sentados en la mesa de la cocina. "A Xander le gusta ayudar", dice Anna. "Tomará el cloraprep, limpiará el puerto y aplicará el factor. No le dejaré introducir la aguja, pero puede realizar todos los demás pasos".
"Nuestros hijos no han conocido nada más que hemofilia a lo largo de su vida, por lo que es normal", dice Anna.
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